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miércoles, octubre 17, 2007

SODA STEREO EN BOGOTA (II)

Hola Emanuel:


Así sonaba Soda Stereo en 1986.



TELARAÑAS

SODA STEREO (1986)


Desde ese momento fue la fiebre de "Soda Stereo", a la cual, según me dí cuenta, fui uno de los últimos en llegar, porque resultó que muchos de los que me rodeaban conocían éste grupo. Así me pasó con Cardozo, el único amigo que tenía en el antro donde estudiaba. Cuando le conté sobre Soda Stereo, el gran descubrimiento para mí, resultó que el man tenía toda la música de ellos, en casete pirata.

Para mi sorpresa Cardozo resultó todo un adelantado. De la mano de Cardozo, Manolo y yo conocimos la rumba adolescente, las minitecas de los colegios, fuimos a las minitecas de Discovery y a la Non Plus Ultra, conocimos los desfiles de modas que organizaban algunos colegios femeninos, y sobre todo a los primeros conciertos roqueros, y hasta merengueros, porque Cardozo estaba a la moda, y en su insaciable búsqueda de niñas adolescentes, para calmar su infinita necesidad de amor adolescente, le jalaba a todo.

Así entré de lleno en el mundo adolescente bogotano. Como me gustaba el fútbol no caí en las experimentaciones típicas de la adolescencia, como el trago o el cigarrillo. Sólo pensaba en fútbol, fútbol y nada mas que fútbol. Fútbol, maravilloso deporte en equipo donde lo mejor y peor del ser humano están presentes, durante noventa minutos en la cancha de juego y todo el tiempo, en realidad, en el turbulento mundo que hay su alrededor. De la mano de éste deporte aprendí los valores mas importantes que un ser humano aprende a lo largo de su vida: amistad, compañerismo, trabajo en equipo, lealtad, honradez, juego limpio, nobleza, tenacidad, persistencia, disciplina, mentalidad, orden, concentración, entrega, alegría, sinceridad, creatividad, entereza, coraje, verdad, fuerza, exigencia, honestidad. Y la lista sigue porque es larga.

Y como buen enfermo del fútbol ese año 1986 era uno más de los miles de adolescentes locos por Diego Armando Maradona, el gran rebelde genio, dios y poeta maldito del fútbol. Ese año Argentina, o, mejor dicho, Maradona, ganó el Mundial de Fútbol de México, con un fútbol alucinante, con una jugadas increíbles y unos goles inolvidables. Ya sabrás de lo que te hablo Emanuel.

Era un adolescente bogotano más enloquecido por Soda Stereo, el fútbol, Maradona y... por supuesto Millonarios, el mas veces campeón, el equipo con la mayor hinchada de Colombia, el equipo del pueblo. En el Ricaurte la mayoría de los adolescentes, y de todos los del barrio, éramos de Millonarios. En aquella época los tránsfugas bogotanos futboleros eran del América, el equipo que ganaba todos los campeonatos en ese momento y se clasificaba a las finales de la Copa Libertadores que... siempre perdía. Hoy sabemos que esos títulos fueron comprados, como los que ganó Millonarios en los dos campeonatos siguientes. Dos oscuros y nefandos lunares en el inmaculado, blanco y lleno de estrellas, cielo albiazulque nos han costado dolor, lágrimas y frustraciones.

Con ésta canción, Telarañas, de Soda Stereo, Manolo y yo creamos un canto con el que apoyábamos a Millonarios siempre. El canto tenía la melodía de estribillo de la canción, que dice:

Telarañas

Sueño con telarañas


pero con ésta letra:

¡Millonarios!

¡Vamos, vamos, vamos, vamos Millonarios!


La cantábamos como locos en las calles de la cuadra y las pocas veces que Don Rodrigo, el papá de Manolo, nos llevó al estadio. Pero en ésta época la gente no cantaba como hoy en los estadios colombianos, se cantaban los cantos tradicionales (como "Millos!, ¡Millos!", etc), y como nos daba pena repetirla muchas veces, pues fue un canto que se quedó en el anonimato de los pelaos de mi cuadra del Ricaurte.

Cuando empecé a entrenar en un equipo del barrio volqué en el fútbol y dejé de lado todo lo demás (es decir, el estudio). Mi vida empezó a girar en torno al fútbol, las minitecas y las fiestas de adolescentes. Y claro, tenía el trabajito eventual de los fines de semana en el negocio de Don Rodrigo.

A finales de ese año, gracias a Cardozo, nos enteramos de que Soda Stereo venía a Colombia: se iban a presentar en Keops Club. Yo me iba tirando el año, vivía mas pendiente, y mortificado, por mi rendimiento en el equipo de fútbol que por el estudio o cualquier otra cosa. Que cagada. Recuerdo a Cardozo emocionado porque iba a ir con unos amigos al concierto. A mí no me importaba porque en mi vida se colaba otra preocupación: iba perdiendo el año. Que angustia tan berraca, en el último bimestre debía rescatar siete materias que me iba tirando. Recuerdo con claridad que en todas debía sacar más de 7,5 y en una, Biología (puta biología) 8,5, para rescatarla. No me podía tirar el año, que sufrimiento. Sufrimiento por el estudio, sufrimiento por el fútbol.

Una de las cosas que aliviaba mi sufrimiento era Soda Stereo, y en especial ésta canción:



TE HACEN FALTA VITAMINAS

SODA STEREO (1984)


Lo otro que aliviaba mi sufrimiento era ir los Sábados al Parque Montes a entrenar y a ver a ... Marcela, la hermana mayor de dos niños que entrenaban y jugaban en el equipo. Esos niños eran Tito, que tenía como 13 años y sufría un pequeño retardo mental, y el Gordo, que tenía unos 11 años. A veces a Tito se la montaban otros niños y había que ir a defenderlo. Pero a veces se la montaban los de nuestro propio equipo y grupo de amigos. Eramos del barrio y nos conocíamos, por haber jugado muchas veces fútbol. Marcela, Marcelita para nosotros, era mucho mayor, era una muchacha de unos 25 años. Era linda y sonriente, muy amable, siempre llegaba a recoger a sus hermanos y nos saludaba con una sonrisa, con besos y cariñosos abrazos y caricias. Manolo y yo en especial éramos "los amiguitos de sus hermanitos". Luego nos invitaba a tomar algo. Algunas veces venía con un man, un tipo simpático y divertido que era amigo suyo y que también nos gastaba gaseosa después del entrenamiento.

Yo me enamoré platónica y poderosamente de Marcelita, lo que añadió un ladrillo, y diría que una pared entera, al peso de mi sufrimiento. Amor intenso y platónico, que llegó hasta hacerme dudar de la certeza de la realidad, y a infundar en mi cabeza ideas raras como aullar como un lobo orientando la voz hacia la ventana del cuarto de Marcelita, llevarle serenata o regalarle flores. Estuve a punto de hacerlo hasta que descubrí, de la mano de los adolescentes mas experimentados en las batallas de amor, y en especial de Leo, el play boy y tumbalocas adolescente del barrio, una de las verdades, mitos, leyendas urbanas y grandes falsedades del amor: que a las mujeres les gustan los tipos duros y que les demuestren indiferencia. Entonces nada, ni serenata ni nada. Luego, al minuto cambiaba de opinión. Llegué hasta sentir taquicardia con sólo pensar en ella. Cuando la veía era terrible, las piernas me temblaban, sentía cosas raras en el estómago,me acordaba del sabio consejo de Leo y fingía indiferencia y hasta me las dí de duro con ella diciéndole mentiras como que tenía una novia en el pueblo, me la pasaba con los hippies que iban allí en las vacaciones y que en mi casa hacía lo que me daba la gana.

Sabía que era imposible y eso me ponía triste, para pasar esa congoja, escuchaba ésta canción de Soda Stereo que me traía la calma:


TRATAME SUAVEMENTE

SODA STEREO (1984)


No se cómo, sería por el remordimiento que me daba ver a mi madre preocupada, a mi abuela haciéndome las onces para el colegio todos los días y a mi abuelo pendiente de mí, todos ocultándole a mi padre que me iba cagando el año, (sin embargo, me dejaron seguir jugando fútbol los sábados y trabajando con Don Rodrigo, pero, eso sí, el fútbol de las tardes se acabó y me prohibieron salir en las noches y callejear por ahí, con los demás) sería por eso que me esforcé un poco y empecé a recuperar las materias. Todas menos biología. Puta biología.

Me ví obligado a disfrutar, en el encierro de mi cuarto y con la vieja y dañada radiola de la casa de mis abuelos, que tenía tocadiscos y que era de un tío, del nuevo álbum de Soda Stereo: Signos.


SIGNOS

SODA STEREO (1986)


Que tema Emanuel. Esta canción era para ponerse a volar en 1986. Erotismo sofisticado latinoamericano, rock en español neoposmoderno, misticismo musical, embrujo poético cosmopolita suramericano. Y también una premonición, porque, como dice el brujo Paulo Coello, algunas veces en la vida el diablo confabula para que las cosas sucedan.

Resulta que un sábado fuimos a entrenar al Parque Montes y Manolo lleva el disco "Signos", en acetato, cuya portada era así:

signos historia soda stereo portada original album 1986 blog bogota

PORTADA DEL ALBUM SIGNOS DE SODA STEREO


Lo llevó dizque para prestárselo a una amiga. "¿Amiga?"- le pregunté - "¿cuál amiga?- "Una amiga", dijo Manolo, como receloso, y no dijo más. Pues llega Marcelita y su amigo, al que le decían "el Pollo", y ven el disco. "Uy, pille, el disco de Soda Stereo, ¡que soda!", dijo el man. Resultó que el Pollo y Margarita trabajaban en una emisora donde estaban dando entradas para el concierto de Soda Stereo en el centro de Convenciones a los que se acercaran con uno de los discos de Soda Stereo. Acto seguido, ese mismo día Manolo fue y se las dieron. En la noche yo, confiado en que iríamos al concierto, le pregunto a Manolo y me dice que una de las entradas es para el y la otra para... la tal amiga... que resultó ser Andrea, una niña del barrio que había visto muchas veces y que de repente floreció en una adolescente de una belleza perturbadora.

Que rabia. Que hijuemadre, la iba a invitar a ella y a mi me iba a dejar mamando. Nos peleamos, casi llegamos a los golpes. No nos hablamos esa semana y mucho menos al sábado siguiente en el entrenamiento. "Que coma mierda con su amiga", le desee en la intensidad de mi empute. Después del entrenamiento Manolo se fue pronto. Marcelita preguntó por él y yo le explique lo sucedido. "¿Tu quieres ir al concierto?", me dijo. "¡Claro!", le dije, sin detenerme a pensar que en mi casa no me dejarían ir. "Yo voy a ir e iba a llevar a mis hermanos, pero el Gordo no va a ir porque está castigado, quieres ir?"- me dijo Marcelita. Ay dios, el corazón me latió fuerte, nada menos que Marcelita me invitaba al concierto. "¡Si!" - dije. "Bueno, pero tienes que estar con Tito y acompañarlo, no lo puedes dejar solo porque va a ir mucha gente y se pierde". "¡Claro!" - dije en mi ingenuidad, pues creí que iba a estar con Tito y con ella y al final las cosas fueron muy diferentes.

El concierto era el viernes siguiente. En mi casa intenté pedir permiso pero todas mis súplicas fueron rechazadas. "No", fue lo que me dijeron. Llegó el día y yo tenía que demostrarle a Marcelita que a mis doce años ya era un hombre y que podía hacer lo que quería. Decidí ser pragmático y volarme. Era una idea que me rondaba: podía salirme de la casa por una ventana de mi cuarto que daba al jardín , a la que se le podía abrir la reja de seguridad, luego saltar la reja del jardín, que daba a la calle, y listo, ¡estaba fuera! . El verdadero lío era esa reja del jardín, que era alta y con chuzos en la parte superior.

Estaba muy excitado con la idea de ir al concierto, y sobre todo con la idea de ir con Marcelita. Me imaginaba miles de situaciones con ella en el concierto, pasándolo bien, y al final, ella caía rendida de amor por mí. En mis ingenuas elucubraciones pasaba por alto detalles como:

* Yo aún no había terminado de crecer y era mas bajo y frágil que ella.
* Era un pelao muy ingenuo cuyo único interés era el fútbol, así que... ¿de que le iba a hablar a una chica de 25 años?, ¿de fútbol?.
* No tenía ni idea de las cosas que suceden entre los muchachos y las muchachas, ¿que ibamos a hacer?, ¿andar cogidos de la mano dándonos besitos como en los dibujitos animados?.

Que va, nada, en nada de eso pensaba, todas las tardes llegaba del colegio, me encerraba en mi cuarto, ponía a Soda Stereo, cantaba como loco esta canción y alimentaban mi imaginación con situaciones romanticonas y ridículas:


JUEGOS DE SEDUCCION

SODA STEREO (1986)


Preparé cada detalle de la escapada, la ropita que llevaría: una pinta y una loción ultra de moda que compré en San Andresito. Pensé hasta en comprarle un regalito a Marcelita, pero ya no me quedaba mucho dinero y luego pensé que era un exceso, y que además tenía que demostrar que era "un hombre duro". En la noche espere a que se acercara la hora, fingí cansancio ante mis abuelos y les dije que me iba a dormir. Ellos veían televisión en el segundo piso, donde también quedaba su cuarto, así que no había problema, porque yo dormía en el primer piso. Fui a mi cuarto, armé el consabido muñeco en la cama, con las almohadas, me vestí, me perfumé y salí. Todo salió bien hasta que intenté saltar la reja con puntas del jardín, incluso tomé una de las rosas que cultivaba mi abuela para dársela a Marcelita. Pero al saltar la reja exterior y pasar la pierna al otro lado una de las puntas se clavó en el pantalón, le hizo un agujero y se rasgó, puta. Tambaleé y casi me caigo. Como pude me desenganché y caí al otro lado.

Afortunadamente en aquella época se estaba poniendo de moda eso de usar la camisa fuera del pantalón, así que pude esconder un poco el roto. Que cagada. El pantalón estaba nuevo. Corrí como alma que lleva el diablo hasta la casa de Marcelita, pero cuando llegué me dijeron que ya se había ido. Mierda. "No puede ser", pensé, tuve conciencia de sentir los pasos de animal grande de una mala suerte que siempre me ha acompañado en los momentos decisivos del amor. Nada, puse la rosa en el bolsillo de mi chaqueta, salí a la calle y paré un taxi.

Llegué al Centro de Convenciones, había mucha gente en la entrada. Busqué a Marcelita pero no la ví. La gente entraba. Yo me puse a hacer fila pero al llegar a la puerta el que recibía las entradas no me dejó entrar y me dijo que estaba prohibido para menores de edad. Patalié, pregunté por Marcela pero nada. Puta. Me hice a un lado por si veía a Marcela pero nada. Entró la gente, ya casi nadie llegaba y yo seguía allí en la puerta, solo, esperando.

Amenazaron con cerrar hasta que... llegó el portero y cerró. Sentí tanta impotencia que me puse a llorar al lado de la puerta. Adentro la multitud gritaba. Ya iba a empezar el concierto. Un momento después se abrió la puerta, salió el portero, y otra persona, que se iba. El hombre me vió y me preguntó que qué me pasaba. Le expliqué. El man me miró de arriba a abajo. "¿Cuanto tiene?", me preguntó. Le dí mis últimos pesos al portero pero pude entrar. "Lo logré, mierda", pensaba, mientras me secaba las últimas lágrimas con la mano, para que Marcela no se diera cuenta de que había llorado.

Entré al gran salón del centro de Convenciones, di unos dos pasos y las luces se apagaron. Sonó un grito de histeria y emoción, se encendieron las luces del escenario que se perdió en una humareda y salió Soda Stereo. Apoteosis total. No tengo claro si el concierto empezó con "Jet Set" o "Me hacen falta vitaminas", pero sí recuerdo muy bien que quedé paralizado. Hasta ese día, nunca había estado en un concierto de rock. Fue muy emocionante ver, por primera vez, y en vivo, a Soda Stereo en Bogotá. Me parecía increíble tener frente a mí a los manes que escuchaba todo el tiempo y tocaban esa música que me encantaba.

El concierto siguió con toda la descarga de Soda Stereo en vivo. Yo estaba maravillado, miraba boquiabierto a todos lados. Me impresionó la pinta de mucha gente del "underground" bogotano. Parecían gente de otra Bogotá, invisible a los ojos en la vida cotidiana. Y por supuesto me impresionó la pinta de los manes de Soda Stereo, maquillados, con los pelos largos, cortados de forma rara y despelucados. Había muchos en la sala con los pelos igual.

El concierto siguió. Yo me hice en la parte de atrás para buscar a Marcela y a Tito. La multitud se apretujaba y saltaba frente al escenario. Las mujeres gritaban y deliraban con los gestos de Cerati. Alguien puso su mano en mi hombro: "¿Usted que hace aquí?", dijo. Era el Pollo. Me llevó donde estaban Marcelita y Tito. Marcelita me abrazó emocionada: "¿como entraste?", me dijo. Llevaba la rosa en mi bolsillo. No tuve tiempo de responder. En ese momento empezó a sonar otra canción. Marcela miró emocionada a el Pollo, "quédate aquí con Tito, no dejes que se pierda", me dijo, tomó de la mano a su amigo y se lanzó a la multitud. Miré a Tito, que sonreía y aplaudía mientras Marcela y el Pollo se perdían entre la gente.

El concierto fue un viaje en el que la intensidad crecía con cada canción. La apoteosis llegó con la canción que se estaba convirtiendo en el super éxito del álbum "Signos": "Persiana Americana".




PERSIANA AMERICANA

SODA STEREO (1986)



(Continuará...)

Las otras entradas:

- Soda Stereo en Bogotá (I)

- Soda Stereo en Bogotá (III)