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viernes, abril 13, 2007

UN BARETICO EN LA HABANA


LA HABANA DE NOCHE
COMIENZA LA LOCURA


Viene de:
La jerga habanera

El mar habanero me recibió con un caluroso abrazo. Las aguas del Mar Caribe son calientes, las aguas de La Habana, por estar en la frontera del trópico, son bastante equilibradas: el calor intenso caribeño es atenuado por aguas mas frías del Mar del Golfo de México. Este choque de temperaturas es, además, una de las causas de los huracanes que con frecuencia azotan esta región.

El mar, el mar. Muy despacio me fui adentrando, vadeando. En la playa Dalia tomaba el sol y a su lado Fidel no paraba de hablar y hacerla reír. Raúl permanecía en silencio. Dalia, en traje de baño, se veía muy bien. Su cuerpo era como el de las jugadoras de voley playa: sólido, contundente, revelaba una inconsciente lujuria contenida. Y a su lado Fidel, haciéndola reír... Pensaba: "Si estuviera conmigo Aline". Una dolorosa desazón quería invadirme, pero nó, estaba allí, sólo, adentrándome en el mar habanero para pegarme una nadadita. Seguí metiéndome mar adentro, tomando el ritmo del braceo y la respiración. Decidí alejar la tristeza, que cuando me toca me tumba. Mejor pensar en la música. Mi cabeza persistía el retumbe del piano de la canción de la Charanga Habanera y de algunas melodías de Manolito Simonet y su Trabuco, que me traía imágenes de las cubanas bailando y moviendo el cuerpo, la noche anterior. Sentí que hasta el mar se movía al ritmo de esa música. "El ritmo de ésta tierra", pensé.

Nadar es un deporte increíble. Nosotros venimos del agua, del mar. Nuestro cuerpo está compuesto por un 70% de agua, es decir, somos mas agua que otra cosa. Hace miles de años fuimos seres del agua. Al nadar nos acercamos un poco a ese estado primigenio y la conciencia se libera de tantas ataduras. Además el mar está cargado de energía: la tierra acumula la mayoría de la energía que recibe del sol y del espacio en las aguas de los mares.

A medida que nadaba mi cuerpo expulsaba las energías negativas y se cargaba de la poderosa, limpia y liberadora energía del mar. El tumbao musical se apoderaba de mi cuerpo. Sintonicé mi mente con ese momento, para alejar la tiniebla emocional repetí en mi cabeza este estribillo de una canción de Manolito Simonet y su Trabuco que la noche anterior había tocado de una manera soberbia: "...tu pallá y yo pacá...". Aquí se las pongo para que la bailen.


MANOLITO SIMONET
MARCANDO LA DISTANCIA


Nadando y nadando llegué a una certeza que había olvidado: una vez mas, y como siempre, para alejar la tristeza y la temible depresión sólo me quedaba una opción, la rumba y su mejor expresión, la música y el baile. Había ido a Cuba atraído por su música, en especial por la música que se hace ahora, y eso era lo que debía determinar mi viaje, nada mas. Ni el amor, ni las mujeres, ni el sexo, ni nada de eso, sólo la música, el baile, la rumba y cálida, exaltada, exótica y alegre poética caribe. Empecé a tener conciencia de que esta música cubana me volvía loco, alteraba mi estado de ánimo y me llenaba de unas ganas de moverme y de un ritmo que me inducía una gran plenitud, un estado de expansión interior que hacía que me olvidara de que también la vida es dura, dolorosa y aveces una mierda.

Después de nadar un buen rato me dí vuelta y ví que la playa estaba muy lejos. No podía distinguir el lugar donde Dalia, Fidel y Raúl estaban. Extendí los brazos y dejé que el inmortal Neptuno me arrullara al ritmo del mar habanero, que era el ritmo de la timba enloquecedora.

Cuando volví a la playa Raúl estaba solo. Yo estaba exhausto pero me sentía mucho mejor. La resaca iba desapareciendo.

- ¡Muchacho, te iba a il a Mayami! - me dijo Raúl.
- No que va, yo me quedo aquí escuchando la timba - le dije.